10. dic., 2014

CREER O NO CREER

CREER O NO CREER

Utilizando el sentido de la frase: “To be or not to be”, decimos: “Believe or not believe” ¡Esa es la cuestión! (That is the question”)  La Biblia dice que  El justo vive por la fe, y todo lo que no es de fe, es pecado.  Romanos 14.  23. 

Para Dios y para el que cree, todo es posible.  S. Mateo 19.  26; S. Marcos 9. 23.  El tema de la fe es muy amplio para tratar de explicarlo en apenas dos citas bíblicas.  Es por eso que coloco un subtítulo para abrir La Palabra a una mirada más amplia.

LAS DOS REALIDADES

(Como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien

Creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.

El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.

Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.

Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe,

Dando gloria a Dios,

Plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.  Romanos 4. 17 – 21. 

La esperanza divina. Dado que Dios, dice el texto; da vida a los muertos y llama lo que no existe como si existiera, lo invisible se vuelve visible; y coloca una esperanza a favor de Abraham en oposición a la esperanza que tenía en contra.  La promesa era; que serían padres.

La esperanza humana era la que Abraham tenía en contra, su cuerpo casi ya muerto, solo conservaba los signos vitales, y tenía casi cien años.  Se sumaba a esto, la edad y la esterilidad de Sara.  Todo esto era “La esperanza en contra”  Humanamente hablando no tenía esperanza, nada ni nadie podía cambiar esto humanamente hablando.  Jamás serían padres.

Cuando hablamos de las dos realidades, decimos: Cualquier realidad humana es transitoria y temporal, está afectada al paso del tiempo.  Es oportuno citar el refrán: “No hay mal que dure cien años ni quien lo aguante”.  Así, tal cual.  Ahora la fe no niega la realidad humana.  La realidad no se puede negar y tampoco se debe negar.  No se puede porque está ahí, delante de nosotros se puede ver, analizar, medir, pesar, comprobar, tangible en forma total.  Y no se debe negar, porque la locura tiene que ver con la evasión de la realidad en el grado que fuere.

Abraham enfrentó las dos realidades que siempre enfrentará la fe.  La fe siempre tiene dos realidades, la humana y la divina, depende en donde la persona colocará su fe para saber el futuro que le espera.

Por ejemplo; Esa mañana al levantarse el servidor de Eliseo quedó espantado al ver al ejército sirio rodeando toda la ciudad.  Al oírlo Eliseo, sale para ver cuál era el problema, tuvo que orar para que Dios le abriera los ojos espirituales a su servidor y pudiera ver la realidad divina, ¡Son más los que están con nosotros que los que están con ellos!  Y una vez más, la esperanza en Dios prevalece sobre la esperanza en contra y la realidad última sobre la realidad humana.

Se suele decir que; la realidad es la única verdad.  Y en un sentido es cierto, ¿Cómo negar la realidad? Pero lo que no es cierto, es que sea la única realidad.  Existe otra realidad que opera en el plano espiritual y que hace posible lo imposible.

Jesús, sus discípulos y sus amigos.  S. Juan 11. 11 – 17; 21 – 40.

Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.   Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará.

Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.

Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.

Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;

Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Más también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.

Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.

Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.

Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.

María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.

Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,

y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.

Jesús lloró.

Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?

Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.

Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.

Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?

No siempre los discípulos entendían al Señor, tenían sus entuertos.  Y no siempre su expectativa honraba la fe en su Señor, en vez de creer por un milagro, ejercían fe para ir y morir todos juntos.

Estar o no estar allí. El Señor dijo “me alegro no haber estado allí” pero tanto María como Marta le dijeron “Si hubieras estado aquí”.  No haber estado allí, significó para sus discípulos un crecimiento en la fe.  No vieron sanar un enfermo, vieron resucitar un muerto.  Para las hermanas de Lázaro la resurrección no era un problema, ellas creían en la resurrección, solo que el Señor les hablaba de la resurrección ahora y aquí.  Pero Señor, hiede, lleva cuatro días de muerto.  Todo el cuerpo había necrosado, digámoslo así, estaba totalmente putrefacto.  La asombrosa respuesta de Cristo fue: “No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios”

El poder de Dios no conoce límites, aunque estaba totalmente podrido, de igual modo volvería a vivir, en contra de toda realidad y esperanza humanas, en contra de toda esperanza en contra.

Aún así, no siempre lo que Dios va a hacer tiene que ver con la fe, a veces tiene que ver con la soberanía de Dios. ¿Cuál es la voluntad de Dios en este caso? Por ejemplo: 2º Reyes 13.  14.  Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad con que murió.  Este profeta tenía la doble porción del espíritu de Elías, no era una cuestión de fe o de poder de Dios.  Las señales, prodigios y maravillas en su ministerio eran tremendamente grandes y poderosos.  Es más, ya en la tumba, arrojaron a un muerto  que al tocar sus huesos resucitó. 

• Esperanza contra esperanza.  La esperanza en Dios contra la esperanza humana.
• Hay dos realidades, la humana, razonable, palpable, medible, pesable analizable y que no se puede ni se debe negar; y la realidad última, es decir la realidad divina.
• La realidad humana está afectada a lo temporal, es transitoria y pasará.  NO hay ninguna realidad humana que aquí en este mundo sea eterna o permanente.  Solo la realidad divina permanece eternamente.  Dios y Su palabra no pasarán.

Debemos colocar nuestra fe en la realidad de Dios y Su palabra, con todo, siempre debemos someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios, Dios es soberano.